Con la llegada del buen tiempo aumenta el número de actividades al aire libre y, con ello, la exposición a los rayos solares: es el momento de proteger tu piel para minimizar el riesgo de quemaduras y prevenir el fotoenvejecimiento, los melanomas y otras dolencias de la piel.
El bronceado es un mecanismo natural de defensa de la piel que, sobre todo en las primeras exposiciones al sol, es muy vulnerable porque no ha podido producir aún suficiente melanina para protegerse. Factores como el tiempo y la frecuencia de la exposición tendrán consecuencias sobre la salud de tu piel, pero te recordamos que no son los únicos. El lugar y altitud en el que te encuentres – cada 1.000 metros de ascensión, la intensidad de los rayos solares aumenta un 15% -, y el albedo, es decir, el porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja respecto a la radiación que incide sobre ella, explican por qué, por ejemplo, no te bronceas igual en la playa que en la montaña.
Para disfrutar del sol de manera saludable te recomendamos que, siempre que sea posible, evites exponerte en las horas centrales del día y cubras tu piel con prendas como gafas de sol, sombreros, pantalones largos y camisas de manga larga. Recuerda, además, utilizar una crema protectora con filtros para rayos UVA y UVB. La fotoprotección evita reacciones agudas al sol como rojeces, inflamación, sensación de dolor y ampollas. Además, te protege frente a los efectos nocivos del sol a largo plazo como son el fotoenvejecimiento, las manchas y, en los casos más graves, el cáncer de piel. El 90% de los melanomas está relacionado con la exposición a los rayos UV. Los efectos de la radiación solar son acumulativos e irreversibles por lo que los cambios en la piel deben servirnos de alarma para consultar con el especialista, recuerda: “la piel tiene memoria”.
Si has sufrido un exceso de radiación ultravioleta, estas medidas pueden ayudarte:
- Aplica compresas de agua fría sobre la zona, nunca hielo ya que produciría una intensa vasoconstricción que podría agravar aún más la lesión.
- Lava suavemente (sin esponja) con una solución jabonosa y aclara abundantemente con agua para eliminar cualquier partícula adherida a la piel agredida, la cual podría representar un foco de infección.
- Evita el contacto con sustancias irritantes.
- Evita el contacto con la radiación ultravioleta
- Evita el contacto con agentes que dificulten la transpiración (sustancias oleosas: pomadas o ungüentos).
- Tratamiento tópico (si no hay ampollas) con emulsiones emolientes calmantes como el aloe vera.
- Hidratación abundante.
- Si aparecen ampollas, evita tratamientos oclusivos y no las abras (riesgo de infección).